viernes, 1 de marzo de 2019

La Etnia Pemon



El Parque Nacional Canaima, con una superficie de 3.000.000 ha (30.000 km2), es el tercer parque nacional más extenso de Venezuela y el quinto a nivel mundial. Fue creado para resguardar la elevada diversidad de la exclusiva fauna y flora guayanesa, valores naturales que junto a la riqueza cultural de la región, le han merecido su declaración como Sitio de Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad en junio de 1994 por el Comité de la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural del Mundo de la UNESCO.

Ubicado al sur del río Orinoco, en la jurisdicción de los municipios autónomos Gran Sabana, Sifontes y Piar en el Estado Bolívar, el Parque Nacional Canaima está drenado casi en su totalidad por ríos de la cuenca del Caroní y en menor proporción, por la parte alta de la cuenca del río Kuyuní, al nordeste. Se reconocen tres grandes unidades fisiográficas: 1) Tierras bajas, situadas entre el nivel del mar hasta 500 m de altitud, caracterizadas por presentar un relieve de colinas bajas y temperaturas medias anuales superiores a los 24 oC; 2) Tierras medias, entre los 500 y 1.500 m de altitud aproximadamente, donde predominan relieves de colinas, montañas bajas, planicies altas onduladas, laderas bajas de los tepuyes y las cimas de los tepuyes bajos, con temperaturas medias anuales entre los 18 oC y 24 oC; y 3) Tierras altas, situadas entre los 1.500 y 3.000 m de altitud, con temperaturas medias anuales entre 8 oC y 12 oC, que constituyen el rasgo fisiográfico más característico del parque, representado por montañas de areniscas tabulares de cimas planas y paredes verticales, conocidas con el nombre de tepuyes.

El Parque Nacional Canaima fue creado el 12 de junio de 1962, según Decreto Ejecutivo No 770, con una superficie aproximada de 1.000.000 ha (10.000 km2). Trece años más tarde, a raíz de las propuestas presentadas en el Plan Rector del año 1972, le fueron asignadas 2.000.000 ha más (20.000 km2), mediante Decreto Ejecutivo No 1.137 del 01 de octubre de 1975, convirtiéndose así en el segundo parque nacional más extenso de Venezuela para ese entonces, actualmente es el tercero mas extenso- después del Parque Nacional Parima-Tapirapeco en el Estado Amazonas creado en 1991 - y el quinto a nivel mundial, abarcando una super cie aproximada de 3.000.000 ha (30.000 km2) luego de la creacion del Parque Nacional Caura, el mas extenso del mundo, creado el 21 de marzo de 2017.

El Parque Nacional Canaima – Territorio Pemon se encuentra dividido administrativamente en dos sectores: Oriental y Occidental. En el año 1991 se decretó el Plan de Ordenamiento y Reglamento de Uso para el Sector Oriental (Decreto N° 1.640), reglamentándose las actividades permitidas, restringidas y prohibidas para el manejo adecuado de sus recursos naturales. Sin embargo, hasta la fecha el Sector Occidental carece de su respectivo plan de ordenamiento y reglamento de uso, lo cual ha traído como consecuencia problemas específicos de uso y manejo de sus recursos naturales.

A nivel internacional el aspecto más resaltante de esta área protegida, se refiere a su declaración como Sitio de Patrimonio Mundial Natural de la Humanidad, realizada en junio de 1994 por el Comité de la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural del Mundo de la UNESCO y ratificada posteriormente por el Gobierno Nacional en 1995. Es así como el Parque Nacional Canaima ha sido anexado a la lista de los “World Natural Heritage Sites” que, por sus rasgos y valores naturales más sobresalientes, deben ser preservados para toda la humanidad, asegurando su protección a través de una estrecha cooperación entre los países miembros (UNESCO 1998). Esto convierte a Canaima en un patrimonio común que le concierne a toda la humanidad, obligando al Estado Venezolano a resguardar y difundir sus valores y bellezas escénicas naturales.

El Parque Nacional Canaima se encuentra ubicado en la región de la Guayana venezolana, al sudeste del Estado Bolívar, en jurisdicción de los municipios Piar, Roscio, Sifontes y Gran Sabana, correspondiéndole a este último le corresponde la mayor extensión del parque. Su localización astronómica aproximada está dada por las siguientes coordenadas geográficas: entre los 4o 41 ́y 6o 28 ́ de latitud norte y entre los 60o 44 ́y 62o 59 ́ de longitud oeste.
El límite septentrional del Parque Nacional Canaima viene dado por una línea recta que parte desde la confluencia de los ríos Anta’wari y Caroní, siguiendo en dirección este franco hasta interceptar la la divisoria de los municipios Piar y Roscio. Continúa en dirección sudeste por dicha divisoria hasta interceptar la coordenada 62o 00 ́00 ́ ́de longitud oeste, a partir de la cual sigue con rumbo norte franco hasta encontrar la curva de nivel de la Cota 500. Al sur y al oeste limita con la margen izquierda del río Caroní, y al este con la margen izquierda de la carretera nacional troncal 10 y la margen izquierda del río Arawo’po.

De acuerdo a hallazgos arqueológicos se ha podido establecer que el área del Parque Nacional Canaima estuvo ocupada desde épocas remotas por grupos del pueblo Caribe, quienes dejaron evidencias de su cultura en tallados de rocas y en artefactos que datan de 5.000 a 7.000 años a. C. Este poblamiento tuvo lugar en el territorio venezolano y en la región de Guayana en grupos sucesivos, de los cuales el de los Pemón es el más reciente, habitando la porción sudeste del Estado Bolívar y las áreas vecinas de las repúblicas de Guyana y Brasil. Si bien no es posible dar una fecha precisa sobre la ocupación inicial del territorio Pemón, sí es posible afirmar que al llegar los colonizadores españoles (siglo XVII) el pueblo Pemón ya habitaba el Parque Nacional Canaima.

La palabra “Pemón” quiere decir gente, o también, ser con pensamiento propio, siendo el término usado por este grupo étnico para distinguirse de los criollos (occidentales) y de otros grupos indígenas. Los Pemón, se ubican en toda la cuenca del río Caroní, aguas arribas de San Pedro de las Bocas, incluyendo los ríos Karrao, Urimán, Tirika, Icabarú, Kukenán y sus a uentes (Yuruaní, Uairén y Arawo’po); también se ubican en la cuenca del río Karún y su a uente el río Antabari, el valle del río Paragua, las riberas del río Oris y el río Paragua, aguas abajo del Salto Uraima. Hacia el este ocupan la cuenca alta de los ríos Kamaran y Venamo y el valle del río kuyuní, cerca de la localidad de El Dorado – las claritas – Sierra de Lema.

Los Pemón se dividen en tres grandes subgrupos dialectales, mutuamente inteligibles: Arekuna, Kamarakoto y Taurepán. Si bien es difícil establecer delimitaciones geográficas precisas de estos subgrupos, se puede afirmar que los Arekuna se concentran al este del territorio Pemón, los Kamarakoto en las zonas de Kamarata y Urimán (oeste), y los Taurepán al sur de una línea imaginaria trazada en dirección este-oeste, sobre la boca del río Mau- rak, afluente del Karuay.

La cultura indígena autóctona, asentada en esta región desde tiempos precolombinos, representa un auténtico valor antropológico, a pesar de haber experimentado importantes cambios en su modo de vida tradicional, aún mantiene su identidad cultural. Según el censo nacional (INE 2011), la población total del grupo indígena Pemón fue estimada en 53.300 personas, constituyéndose así en el tercer grupo indígena numéricamente más importante del país.

El área habitada por la etnia Pemón comprende, principalmente, dos zonas ecológicas: la zona de sabana, al este del Parque Nacional Canaima, donde se encuentra asentada la mayor parte de la población y la zona de selva pluvial, al oeste.

El patrón de asentamiento Pemón ha experimentado diversos cambios en los últimos 50 años. En el pasado, el número de habitantes en un asentamiento Pemón variaba entre 7 y 50 personas y estaba constituido por uno o más núcleos familiares siguiendo un patrón semi-nómada. Cada vivienda comunal constituía de un grupo habitacional separado y cada asentamiento, constaba como máximo, de seis grupos habitacionales, cuyos miembros mantenían lazos consanguíneos y afines.

En la actualidad, el patrón de asentamiento es permanente y el número de habitantes de las comunidades oscila entre 100 y 1.000 personas. Estos asentamientos son el resultado de la influencia de misiones religiosas, capuchinas o adventistas, la actividad turística y la actividad minera. Es el caso de la comunidad indígena “Las Malocas”, en la Laguna de Canaima, cuyo establecimiento se debe a la llegada de indígenas provenientes de
otras comunidades aledañas, estimulados por el crecimiento de la actividad turística en este sector. Igualmente ocurrió con las comunidades indígenas de Kamarata, Won’kén y Kavanayén, donde los padres capuchinos fun- daron las misiones religiosas en los años 40-60 del siglo XX, o la de Urimán influenciada desde sus inicios por la actividad minera.

La subsistencia tradicional de los Pemón se basa principalmente en la agricultura (conucos), la caza, la pesca y la recolección, aunque algunas comunidades se benefician del turismo y la minería artesanal. Las comunidades Pemón mantienen importantes relaciones socioeconómicas con los principales centros poblados de la región, que en orden de importancia son: Ciudad Bolívar, Puerto Ordaz, Santa Elena de Uairén, Kavanayén y La Paragua. La mayor parte de los bienes y servicios requeridos por la población habitante del parque se adquiere en estos centros poblados.
El acceso al Parque Nacional Canaima es realizado por vía terrestre, aérea o fluvial. En el Sector Occidental el acceso, así como el traslado de personas desde y hacia los diferentes centros poblados, se realiza principalmente por vía aérea o por vía fluvial en menor proporción, pues no existe ningún tipo de conexión con la red vial na- cional. Los centros poblados de mayor dinamismo y actividad turística de este sector son: Laguna de Canaima, con el mayor número de visitantes, seguido de Urimán, Kamarata y Kavak, comunidades indígenas que reciben el flujo restante de visitantes

En el caso del Sector Oriental, el principal acceso terrestre se realiza a través de la carretera nacional troncal 10, que comunica las poblaciones existentes entre Puerto Ordaz, El Dorado, Santa Elena de Uairén e Ikabarú, todas ellas ubicadas fuera de los linderos del Parque Nacional Canaima. Entre los principales centros poblados de este sector se tienen: Kavanayén, al cual se le puede acceder por vía terrestre a una distancia aproximada de 70 km de la troncal 10, Uonkén y San Francisco de Yuruaní, este último localizado a ambas márgenes de la troncal 10.

Cabe destacar que a los principales centros poblados del Parque Nacional Canaima, anteriormente señalados, también se les puede acceder por vía aérea. Además, en lo referente al transporte fuvial, existe una importante disponibilidad de curiaras ofrecidas mayormente por las comunidades indígenas, las cuales prestan servicio a sitios turísticos de difícil acceso.

Los pemones son ejemplo de constancia, fuerza física y espiritual. Trabajo duro y buena actitud.

Debemos preservar nuestras raíces, nuestros ancestros y todo lo bueno que posee Venezuela, involucrar a las comunidades locales en los proyectos que emprendamos, hacerlos parte del crecimiento social y económico del país.


jueves, 11 de mayo de 2017

Una Aventura que fluye : "El Delta del Orinoco" por Henry Linares.


La experiencia turística en el Delta del Orinoco es una sensación salvaje, natural, apacible. La combinación perfecta de estos elementos te hace olvidar de la ciudad, y si eres un apasionado de los ambientes naturales como yo, en algunas partes te sientes como en un documental de exploradores. Las aves, los monos, las toninas, caimanes, los árboles, el agua, TODO.

La parte más cruda sin embargo, puede ser el contacto con las comunidades indígenas Waraos, su vida no es fácil, es diferente a la citadina común. Sus artesanías son impactantes, no dudes en llevar efectivo para comprarles sus figuras talladas en Sangrito (la madera de la raíz de un árbol que se presta muy fácilmente para este tipo de artesanía), los chinchorros son los más caros, pero son obras maestras.

Nuestro alojamiento en el campamento fue una delicia, rustico pero confortable totalmente, tienes una vista única frente al caño Manamo, ves el agua bajar y subir con la marea desde la terracita de la cabaña o desde la parte delantera del campamento. Una experiencia de inmersión y relajación que ningún spa puede emular.


Puedes practicar la pesca de pirañas (yo no saqué ni un pez dorado, pero los niños que fueron conmigo hicieron fiesta, eso si, siempre regresándolas al agua).


De todos los lugares que he podido conocer en Venezuela y todos los atardeceres y amaneceres, los que presencié en el Delta del Orinoco, son los más impactantes en mi lista hasta ahora. El reflejo del sol saliendo u ocultándose sobre la superficie espejada del agua, en esos tonos que se entremezclan de anaranjado y rosado, para poner al final de cualquier película definitivamente.

Si no vas al Delta, te estás perdiendo de algo ÚNICO. Ve, que haces leyendo esto todavía?




lunes, 24 de abril de 2017

El Camino de Carrizal parte 3: Del Carrizal a San José. Por Arquimedes Machado.


El día amanece sólo un poco nublado, el frío pega pero no tanto como en el páramo. Ya sólo con un sweater y un par de cafés, lo espantas y te animas a lo que será la jornada. Los tecitos de la noche, combinados con acetaminofén y los chistes malos, ayudaron a reducir el dolor en las rodillas así que caminamos por los alrededores para darnos cuenta que Alí había empezado temprano la jornada y andaba ordeñando las vacas. Su esposa ya estaba terminando el almuerzo (para el camino) y empezaba con el desayuno. Ya pronto estaríamos listos para empezar con la caminata de este día.

Después de desayunar, nos montamos los morrales y empezamos a cruzar la senda, que nos llevaba por varios puentes colgantes para cruzar el fabuloso río unas cuantas veces. Mientras avanzábamos conocíamos cada uno de los nombres de los pozos que se formaban en su orilla y las historias de cada nombre. El camino a veces se acercaba al río, otras veces se alejaba pero siempre se escuchaba su avance en forma de caudal.


El clima cambió respecto al día anterior, en poco tiempo entramos en calor debido a la humedad del bosque, al sol de la mañana que todo calentaba y el esfuerzo de nuestro caminar, hacía que las gotas de sudor aparecieran en muy poco tiempo. A pesar del buen clima, la caminata se hacía algo pesada debido a que las lluvias de días anteriores dejaron lodo por todo el camino y éste se pegaba a nuestros zapatos, haciendo la pisada cada vez más pesada. Mientras el suelo se complicaba, entre los árboles había un sonido muy familiar para Félix (nuestro guía) y que poco a poco nos fue ayudando, no sólo a reconocer, sino a observarlo. y allí estaba el sonido, al fin pudimos verlo, entre las ramas de los árboles, nuevos acompañantes del camino, unos gallitos de las rocas aparecieron para llenarnos de ánimo. Se dejaron ver e incluso se dejaron fotografiar, pero no de manera sencilla, pues algunas pericias de los fotógrafos del grupo fueron necesarias para capturar la belleza de estas hermosas aves.


Poco a poco, mientras avanzábamos, el bosque se iba quedando atrás y empezamos a observar como el camino empieza a mostrar más espacios amplios, menos árboles y más llanura, era como si de repente fuese casi observable que dejábamos atrás el estado Mérida y llegáramos al estado Barinas.

Justo en uno de esos espacios amplios hicimos una corta parada y aproveché para revisar lo que me incomodaba en el zapato, y lo que vi no era agradable. Por primera vez en este tipo de viajes, mi zapato me estaba dejando “varado”. La suela se estaba despegando y era obvio que no duraría el resto de la travesía, de hecho ponía en duda que me permitiera llegar a San José en una sola pieza. Así seguí unos kilómetros hasta que sucedió lo inevitable, la suela del zapato se desprendió por completo. Una nueva parada fue necesaria para “parapetearlo” y poder continuar.

Pocos metros después de la reparación, llegábamos al paso de otro puente colgante, tan similar a cualquiera de los que ya habíamos pasado, sin embargo con un mayor significado, pues este era el puente que literalmente unía las tierras de Mérida con las de Barinas. Al cruzarlo, sentí una emoción especial, sentía que atravesaba una de esas rayas que tiene dibujado nuestro mapa de Venezuela en los libros y que en esta oportunidad lo hacía a pie. Una sensación difícil de explicar y que me llevo como uno de los grandes recuerdos de este hermoso camino.


Una vez que cruzamos el puente, nos tocó otra tremenda subida de una hora de trayecto y de muchísimo calor, pues el sol, cerca del zenit, nos pegaba directo. Al terminar la subida y después de unos minutos de descanso, seguimos el camino, ya mucho más plano, y así como dibujada en el horizonte, se divisaba la mucuposada, el lugar de descanso de este trayecto, al que llegábamos aún con suficiente sol como para disfrutar la tarde. Creo que esa fue la razón de que me subiera muchísimo el ánimo, pues sabía, no sólo que habría más tiempo de descansar y recobrar fuerzas, sino también más tiempo de deleitar este hermoso paisaje.

Una vez en la posada, me reí de estado en que llegó mi zapato, pero agradecí que aguantara el trayecto. Ya al siguiente día me preocuparía de cómo terminaría la caminata pero por lo pronto, había llegado al destino, lo que significaba muchísimo, pues, a pesar del dolor (que había disminuido) y del problema de calzado, seguí adelante hasta completar el reto del día.


Con qué calzado terminaré el trayecto? cómo afrontaré el trayecto más largo de todo el camino? Preguntas que no serían respondidas ni en este día ni en este capítulo de la historia...

Pico Toro con Akanan Travel “Una aventura de 4755 m.s.n.m.”


Hacer un ‘trekking’ en alta montaña era algo que tenía en mi lista de cosas por hacer desde hace rato, ahora creo que aumentaré esa lista porque de esta experiencia lo que más me quedó fue el deseo de multiplicar este reto y añadir otros destinos más.
El viaje lo hice con Akanan Travel & Adventure, puedo decir de ellos que fueron impecables en toda la organización desde el momento en contactarlos para iniciar mi aventura.


El primer día (9 de febrero) volé por mi cuenta en avión hacia El Vigía, junto a mis compañeros de viaje, éramos 6 en total, una vez allí el personal de Akanan nos recogió y empezamos nuestra travesía hacia la ciudad de Mérida, Carlos Contreras, nuestro guía principal y Fernando Mora el guía de apoyo. Como a la mayoría no nos dio chance de desayunar porque salimos muy temprano hicimos una parada estratégica en Mérida en un local llamado Pastelitos de Ña Carmen, simplemente delicioso y recomendable.


Después de unas 6 horas de carretera por un paisaje bellísimo llegamos al pueblo de Los Nevados (2.700 m.s.n.m.), un lugar así como sacado de un cuento, con una gente súper amable y muy agradable, allí pasamos la tarde y la noche para aclimatarnos y acostumbrarnos un poco a la altura, la posada Guamanchi fue nuestro refugio y la señora Zoraida nuestra anfitriona y debo decir que cocina riquísimo.


Al día siguiente después de un desayuno delicioso y abundante, emprendimos nuestra caminata, uno realmente se siente en un cuento, ese día llegamos hasta el campamento La Pila (3.995 m.s.n.m.) luego de una caminata de aproximadamente 5 horas por unos parajes insólitos, allí montaron las carpas y nos deleitamos con una deliciosa cena ‘hasta con postre’ la noche es realmente fría hay que irse bien protegido, en la mañana ya con sol la temperatura era de 2°C había hielo encima de las carpas. Un amanecer bellísimo ya a esa altura empiezas a sentir como si estuvieras en otro planeta cambia la vegetación y hay rocas que anteriormente fueron glaciares.


Ese día salimos después del desayuno, pasamos por Alto de La Cruz (4.100 m.s.n.m.) desde allí hay una vista increíble del Pico Bolívar y de las estaciones de teleférico de Pico Espejo (hacia abajo) y Loma Redonda (hacia arriba) allí nos pusimos unos cascos que nos dieron nuestros guías y seguimos nuestra caminata hacia la cumbre del Pico Toro, una caminata muy dura, más no difícil. La sensación de alcanzar un pico es algo indescriptible, te hace sentir poderoso y capaz de cualquier cosa que te plantees en la vida.



Después de hacer cumbre inició nuestro descenso, tomamos un rico almuerzo preparado por nuestros estupendos guías Carlos y Fernando, se nos hizo un poco tarde, pero por suerte alcanzamos a llegar a la estación del teleférico antes que cerrara y nos dieron ‘la cola’ asimismo, una vez más la cordialidad del andino nos volvió a sorprender, una vez en la estación de La Aguada caminamos hasta casa de Pedro Peña, nieto de Domingo Peña, quien subió por primera vez al Pico Bolívar llevando a cuestas el busto del libertador.



La casa de Pedro Peña ( 3.300 m.s.n.m.) es un albergue para montañistas, es realmente muy acogedora y con una vista increíble de todo el Páramo de La Culata, Pedro es un personaje muy peculiar, odia el ruido y el reguetón, vive allí con sus dos perros Moby Dick, fiel compañera desde hace doce años y un chiguagua muy arisco del cual no recuerdo el nombre.