lunes, 24 de abril de 2017

El Camino de Carrizal parte 3: Del Carrizal a San José. Por Arquimedes Machado.


El día amanece sólo un poco nublado, el frío pega pero no tanto como en el páramo. Ya sólo con un sweater y un par de cafés, lo espantas y te animas a lo que será la jornada. Los tecitos de la noche, combinados con acetaminofén y los chistes malos, ayudaron a reducir el dolor en las rodillas así que caminamos por los alrededores para darnos cuenta que Alí había empezado temprano la jornada y andaba ordeñando las vacas. Su esposa ya estaba terminando el almuerzo (para el camino) y empezaba con el desayuno. Ya pronto estaríamos listos para empezar con la caminata de este día.

Después de desayunar, nos montamos los morrales y empezamos a cruzar la senda, que nos llevaba por varios puentes colgantes para cruzar el fabuloso río unas cuantas veces. Mientras avanzábamos conocíamos cada uno de los nombres de los pozos que se formaban en su orilla y las historias de cada nombre. El camino a veces se acercaba al río, otras veces se alejaba pero siempre se escuchaba su avance en forma de caudal.


El clima cambió respecto al día anterior, en poco tiempo entramos en calor debido a la humedad del bosque, al sol de la mañana que todo calentaba y el esfuerzo de nuestro caminar, hacía que las gotas de sudor aparecieran en muy poco tiempo. A pesar del buen clima, la caminata se hacía algo pesada debido a que las lluvias de días anteriores dejaron lodo por todo el camino y éste se pegaba a nuestros zapatos, haciendo la pisada cada vez más pesada. Mientras el suelo se complicaba, entre los árboles había un sonido muy familiar para Félix (nuestro guía) y que poco a poco nos fue ayudando, no sólo a reconocer, sino a observarlo. y allí estaba el sonido, al fin pudimos verlo, entre las ramas de los árboles, nuevos acompañantes del camino, unos gallitos de las rocas aparecieron para llenarnos de ánimo. Se dejaron ver e incluso se dejaron fotografiar, pero no de manera sencilla, pues algunas pericias de los fotógrafos del grupo fueron necesarias para capturar la belleza de estas hermosas aves.


Poco a poco, mientras avanzábamos, el bosque se iba quedando atrás y empezamos a observar como el camino empieza a mostrar más espacios amplios, menos árboles y más llanura, era como si de repente fuese casi observable que dejábamos atrás el estado Mérida y llegáramos al estado Barinas.

Justo en uno de esos espacios amplios hicimos una corta parada y aproveché para revisar lo que me incomodaba en el zapato, y lo que vi no era agradable. Por primera vez en este tipo de viajes, mi zapato me estaba dejando “varado”. La suela se estaba despegando y era obvio que no duraría el resto de la travesía, de hecho ponía en duda que me permitiera llegar a San José en una sola pieza. Así seguí unos kilómetros hasta que sucedió lo inevitable, la suela del zapato se desprendió por completo. Una nueva parada fue necesaria para “parapetearlo” y poder continuar.

Pocos metros después de la reparación, llegábamos al paso de otro puente colgante, tan similar a cualquiera de los que ya habíamos pasado, sin embargo con un mayor significado, pues este era el puente que literalmente unía las tierras de Mérida con las de Barinas. Al cruzarlo, sentí una emoción especial, sentía que atravesaba una de esas rayas que tiene dibujado nuestro mapa de Venezuela en los libros y que en esta oportunidad lo hacía a pie. Una sensación difícil de explicar y que me llevo como uno de los grandes recuerdos de este hermoso camino.


Una vez que cruzamos el puente, nos tocó otra tremenda subida de una hora de trayecto y de muchísimo calor, pues el sol, cerca del zenit, nos pegaba directo. Al terminar la subida y después de unos minutos de descanso, seguimos el camino, ya mucho más plano, y así como dibujada en el horizonte, se divisaba la mucuposada, el lugar de descanso de este trayecto, al que llegábamos aún con suficiente sol como para disfrutar la tarde. Creo que esa fue la razón de que me subiera muchísimo el ánimo, pues sabía, no sólo que habría más tiempo de descansar y recobrar fuerzas, sino también más tiempo de deleitar este hermoso paisaje.

Una vez en la posada, me reí de estado en que llegó mi zapato, pero agradecí que aguantara el trayecto. Ya al siguiente día me preocuparía de cómo terminaría la caminata pero por lo pronto, había llegado al destino, lo que significaba muchísimo, pues, a pesar del dolor (que había disminuido) y del problema de calzado, seguí adelante hasta completar el reto del día.


Con qué calzado terminaré el trayecto? cómo afrontaré el trayecto más largo de todo el camino? Preguntas que no serían respondidas ni en este día ni en este capítulo de la historia...

Pico Toro con Akanan Travel “Una aventura de 4755 m.s.n.m.”


Hacer un ‘trekking’ en alta montaña era algo que tenía en mi lista de cosas por hacer desde hace rato, ahora creo que aumentaré esa lista porque de esta experiencia lo que más me quedó fue el deseo de multiplicar este reto y añadir otros destinos más.
El viaje lo hice con Akanan Travel & Adventure, puedo decir de ellos que fueron impecables en toda la organización desde el momento en contactarlos para iniciar mi aventura.


El primer día (9 de febrero) volé por mi cuenta en avión hacia El Vigía, junto a mis compañeros de viaje, éramos 6 en total, una vez allí el personal de Akanan nos recogió y empezamos nuestra travesía hacia la ciudad de Mérida, Carlos Contreras, nuestro guía principal y Fernando Mora el guía de apoyo. Como a la mayoría no nos dio chance de desayunar porque salimos muy temprano hicimos una parada estratégica en Mérida en un local llamado Pastelitos de Ña Carmen, simplemente delicioso y recomendable.


Después de unas 6 horas de carretera por un paisaje bellísimo llegamos al pueblo de Los Nevados (2.700 m.s.n.m.), un lugar así como sacado de un cuento, con una gente súper amable y muy agradable, allí pasamos la tarde y la noche para aclimatarnos y acostumbrarnos un poco a la altura, la posada Guamanchi fue nuestro refugio y la señora Zoraida nuestra anfitriona y debo decir que cocina riquísimo.


Al día siguiente después de un desayuno delicioso y abundante, emprendimos nuestra caminata, uno realmente se siente en un cuento, ese día llegamos hasta el campamento La Pila (3.995 m.s.n.m.) luego de una caminata de aproximadamente 5 horas por unos parajes insólitos, allí montaron las carpas y nos deleitamos con una deliciosa cena ‘hasta con postre’ la noche es realmente fría hay que irse bien protegido, en la mañana ya con sol la temperatura era de 2°C había hielo encima de las carpas. Un amanecer bellísimo ya a esa altura empiezas a sentir como si estuvieras en otro planeta cambia la vegetación y hay rocas que anteriormente fueron glaciares.


Ese día salimos después del desayuno, pasamos por Alto de La Cruz (4.100 m.s.n.m.) desde allí hay una vista increíble del Pico Bolívar y de las estaciones de teleférico de Pico Espejo (hacia abajo) y Loma Redonda (hacia arriba) allí nos pusimos unos cascos que nos dieron nuestros guías y seguimos nuestra caminata hacia la cumbre del Pico Toro, una caminata muy dura, más no difícil. La sensación de alcanzar un pico es algo indescriptible, te hace sentir poderoso y capaz de cualquier cosa que te plantees en la vida.



Después de hacer cumbre inició nuestro descenso, tomamos un rico almuerzo preparado por nuestros estupendos guías Carlos y Fernando, se nos hizo un poco tarde, pero por suerte alcanzamos a llegar a la estación del teleférico antes que cerrara y nos dieron ‘la cola’ asimismo, una vez más la cordialidad del andino nos volvió a sorprender, una vez en la estación de La Aguada caminamos hasta casa de Pedro Peña, nieto de Domingo Peña, quien subió por primera vez al Pico Bolívar llevando a cuestas el busto del libertador.



La casa de Pedro Peña ( 3.300 m.s.n.m.) es un albergue para montañistas, es realmente muy acogedora y con una vista increíble de todo el Páramo de La Culata, Pedro es un personaje muy peculiar, odia el ruido y el reguetón, vive allí con sus dos perros Moby Dick, fiel compañera desde hace doce años y un chiguagua muy arisco del cual no recuerdo el nombre.


martes, 11 de abril de 2017

Nuestras Impresiones del Viaje al Roraima. Realizado del 6 al 13 de enero del 2017. Por Anunziata Onorato.


Ya ha pasado tiempo de haber regresado de nuestro viaje al Roraima y al recordar los momentos vividos, se nos dibuja una sonrisa en el rostro. El viaje estuvo lleno de buenos momentos…mágicos, de disfrute, de compartir con los compañeros de esta aventura, de contemplación de la naturaleza. De principio a fin, el viaje fue encantador.
En todo momento nos sentimos mimados, cuidados, protegidos, atendidos, complacidos en nuestras necesidades, con detalles que nutrieron tanto nuestro cuerpo como nuestra alma, no solo por parte de Akanan Travel & Adventure, representada en la persona del excelente guía con quien contamos, nuestro querido José David -con su amabilidad, su entusiasmo, sus historias, anécdotas, con su mano siempre tendida para ayudarnos a sortear un obstáculo…y también sus acertadas predicciones del clima,…su guía-, y del maravilloso grupo de asistentes (Pepe, quien nos hizo los traslados aeropuerto/San Francisco de Yuruaní/aeropuerto; Daniel, quien nos llevó hasta Paraitepuy y luego nos devolvió hasta San Francisco de Yuruaní; Otilio y su familia, encargados de la cocina, quienes se esmeraron y nos sorprendieron numerosas veces con ricas comidas; el Gato, quien ubicó los mejores sitios para acampar y con las carpas ya listas para cuando nosotros llegábamos al sitio; y Hernán, nuestro especial porteador personal quien, aparte de aliviarnos la carga, nos musicalizó parte del descenso de la rampa -nunca imaginamos que íbamos a escuchar “Escaleras al Cielo” o “My way” descendiendo del Roraima-), sino también desde arriba.


De arriba nos regalaron, entre muchas cosas: un clima espléndido; días con cielo azul; por ratitos alguna pequeña lluvia refrescante y también nubes cuando hicieron falta para atenuar el fuerte sol; poca plaga; arcoíris inesperados; noches despejadas para deleitarnos viendo las estrellas; una espectacular luna llena; el despejarse instantáneo de un paisaje que teníamos rato viéndolo nublado; la fría pero reactivante agua de las pozas donde nos bañamos; las tomas de agua viva con que calmamos la sed; la coincidencial presencia cerca de la Ermita de la persona que tenía la llave de la misma y que la abrió para los que en ese momento estábamos pasando por allí; el haber podido ver en varias oportunidades al sapito negro y al colibrí azul; haber comido moras de plantas que se encontraban justo donde estábamos acampando en la cima del Roraima; que hubiera escampado y estuviera el cielo azul precisamente cuando nos tocó atravesar el Paso de las Lágrimas (las gotas parecían que caían a cámara lenta); las manos que generosamente nos tendieron nuestros compañeros del tour y personas que pasaban por allí, para ayudarnos a cruzar los ríos, para dar un salto, para subir o bajar una cuesta…todos regalos del Cielo, bendiciones de Dios.


Lo mejor es que esta aventura la pudimos vivir y disfrutar como habíamos querido hacerla…en familia, por lo que nuestro corazón está lleno de gozo y de un profundo agradecimiento a Dios, a la vida y a Akanan Travel & Adventure.

Anunziata, Manuel Antonio, Luis Manuel y Jelica
4 de marzo de 2017